Roteiro de Libertação

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CAPÍTULO 17
Ilustração tribal

iLA PASION CARNAL!

Parte 17


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Siempre me causé amargura y dolor, oir en confesién a los criminales y a aquellos de vida equivocada.

 

El sacerdocio, en aquel entonces, cuando yo vivia en la Tierra, ténia un significado muy grande para las criaturas. El hombre de sotana, a pesar de sus imperfecciones, representaba el ser que lograba la Victoria sobre sus pasiones. No obstante, eran tan raros aquellos que conseguian vencer la animalidad que les subyugabal. A la vez, ese hombre, aparentemente revestido de poderes espirituales, en la comunidad ténia el goce de privilégios que, ciertamente, no merecia: dar la última y más importante opinion en negociaciones, en política, en amores, en destinos; ser oido y respetado.

 

iOh, las graves responsabilidades que asumia sin tener idea real de su profundo significado, junto a los destinos humanos!...

 

iLa Iglesia era poder temporal y se presentaba como poder espiritual, haciéndose temida y, algunas veces, detestada!

 

Pese a eso los sacerdotes de las villas y de los pueblos, cuando fiel es el rebano, eram amados tiernamente por sus ovejas, sin tener el derecho de pecar, ni experimentar tentaciones.

 

Era este el precio que se pagaba por hacerse ministro de la religion.

 

La confesión se convertia en el refugio dé los infelices, en el arma de los maios que querían comprar Ia felicidad que no merecían, Ia forma de sacarse los problemas, Ia aflicción con que ellos mismosse cargaban...

 

A mi, siempre me constituía un momento de dolor el confessionário. Reconocía no tener condiciones de perdonar los pecados, por ser, también, un pecador encarcelado en Ia sotana!

 

iAy, Dios mio!. iLos tormentos que experimentaba, oyendo a Ias almas desnudarse delante de mil. iBuscaba en Ia oración el refrigerio y rogaba a Dios que me ayudara a olvidar los sinsabores de los desdichados e infelices que me traían su desesperación!

 

Solamente pueden perdonar pecados, el Padre Celestial y Jesús, su Bienaventurado Hijo; no los hombres, y menos cuando esos crímenes no son cometidos en contra de los que dicen perdonar... Y esto era Io que me afligia.

 

Por imposición de mi sacerdocio, yo no podia huir del confesionario, ni de conocer Ia intimidad de Ias almas, muchas veces atendiendo personas con apariencia dulce, simpática y noble, pero viviendo una cruel y torpe realidad que las amargaba y enloquecía por dentro, como resultado de remordimientos terribles de sus malas acciones.

 

Sultán, a Ia vez, me ofrecía aliento y me oía, cuando, cansado, sal íamos juntos en dirección a Ia montaria y yo le hablaba de Ias penas y cuitas humanas. Su mirada, entonces, se hacía triste y profunda como si él me comprendiera. En esos momentos, se enroscaba a mis pies llorando en solidaridad conmigo.

 

Las aldeas tienen un alma peculiar y especial. Sus gentes simples, obligadas a labrar Ia tierra, facilmente cumplen con sus pocos deberes. Es verdad, que tambien aman y sufren pero, por desconocer Ias extravagancias sociales y Ia embriaguez de los sentidos que resulta de Ia ociosidad, tienen menos problemas y menores aflicciones morales.

 

Cuando me acuerdo, aún hoy, de Ias confesiones torpes que escuchaba, tiemblo y pregunto al Padre Santo si actué con Ia necesariá elevación e imparcialidad, al aconsejar a Ias personas desdichadas.

 

Era verano y Ia tierra estaba ardiente. Toda Ia naturaleza se presentaba quemada, los campos despojados de flores y granos y Ia hierba dorada, esperaba ser recogida para alimentar al ganado en invierno.

 

Los dias eran más largos y Ias noches pesadas, con « escaso aire.

 

Yo estaba leyendo el breviario cuando me llamó Miguel, para atender a una dama rica, que llegó en un carruaje forrado de terciopelo y seda.

 

Le cubría el rostro una negra mantilla sevillana, sin ocultar Io que de él se exteriorizaba: iel dolor, Ia enfermedad dei alma!


—Padre mío — dijo como enajenada

& necesito hablaros. Ya no soporto el sufrimiento que me consume Ia vida y me lleva a un infierno vivo donde ya me encuentro, hasta el de pensar en matarme.

 

Cuando me dijo su nombre, me acordé de los comentários que habian llegado a mi conocimiento por la boca ingenua del pueblo...


Alli mismo, en la sala, preguntó, ansiosa:

—ïEstamos a solas?. iNadie nos oye?

 

Si, estamos a solas, excepto la presencia de mi estimado Sultán.

 

—Padre, perdoname. I Hay olvido divino para los criminafes conscientes? Yo he matado al hombre que me quitô la vida del aima.


—Solamente Dios — le contesté g

&puede averiguar las razones de nuestros actos y, por tanto, perdonarnos.

 

—Cuando yo era joven, en un confesionario me apasioné por un sacerdote...

 

—Hija mia, por Dios, esto es una grave equïvocaciôn...

 

—Lo sé; pese a eso, enloqueci, y ahora es demasiado tarde, porque lo que sucediô, solamente Dios puede arreglarlo.

 

Guardando silencio por un momento y emocionada, prosiguió...

 

SËU Y poco a poco le informé de mis sentimientos, descubriendo que era recíproca la afección. Él era hermoso como un dios pagano. Su imagen, su voz, me perseguían por todas partes, culminando en el terrible momento que Vosotro podéis imaginar... El decia que me amaba, pero que nunca abandonaria el sacerdócio. Al principio no me importó. ! Ay, Dios, de mi vida! En razón del tiempo que pasô y de los encuentros que tu vimos, sucedió lo peor. Pasé a santir la presencia de un ser en mi matriz y me desesperé. Le conté lo que sucedia, y, luego, comprendi lo malo que era, el hermoso cura! Se quedô callado por un momento, afirmándome después, que ese ser no debia nacer... Le supliqué que se casara conmigo, hablândole de la grandiosidad, del sagrado compromiso del matrimonio, pero de nada sirviô. Por fin, me convenciô, induciéndome al infanticidio.


La desgraciada se callô. Yo la miraba y no conseguia dejar de descubrir el abismo que hay en las almas humanas. Depués, continuo:

— Si, déçidi vengarme de él y de mi en ese ser en formaciôri, porque él juré que me dejaria en el caso de que yo iniistiera. Nadie sabia nuestro secreto. El conocia medicinas naturales, que me ensenó y después de usarias y caer enferma Se produjo el aborto...

 

"No detallaré todo lo que sucedió en aquella ocasiôn. Mi madre se apercjbiô y tuve que confesárselo, sin decir quien era el padre. Ella se horrorizo y, poco a poco, murió del ciisgusto, sin decir nada a nadie.


• "Todo se lo confiaba a él, que se revelaba cruel y sin

^eniimiento.

 

"PoKfin, desesperada, hui hacia la ciudad de L... y me entregué a la perdición. La memoria de mi madre y la vida de mi hijo que yo habia quitado, me hicieron, cada vez más desgraciada. En la copa de la sensualidad y del vicio me embriaaué. cada dia más, vengándome de él en todos los hombres que compraban mi cuerpo cada dia y a cada hora. Me volví mala, impia y rica...

 

"La vida, padre, es sinuosa, £lo sabia? Un dia encontre un hombre que se enamoro de mi desesperadamente, rogándome que me casara con él. Como que todo eran ventajas, lo acepté.

 

El era bueno, leal, no me preguntó por mi pasado, soiamente esperando de mi parte consideración y dignidad, que le prometi y cumplí, hasta...

 

"Habiendo cambiado de ciudad, pasé a ser respetada.

 

Aquel pasado se sepultaba en I Frecuentando la Iglesia, por desventura mia, un dia lo reencontré. Era, entonces, monsenor. Estaba en sus cuarenta y pocos anos, más fuerte y hermoso que nunca. El demonio se apoderô de mi y lo busqué. El tomô conocimiento de todo lo que sucedia, se hizo amigo de mi esposo, pasando a frecuentar nuestra casa y, a la vez, a perturbarme más.

 

"Me decia que jamás me había olvidado, invitándome al adultério, a la continuation de nuestra pasiôn.

 

"Lo sabia tentador y yo era débil de aima y de voluntad.

 

Por fin, una vez, hace anos ya, cuando me esposo se encontraba fuera, vino él a nuestro hogar y bajo la fuerza de mi pasiôn y de su seducción: traicioné a mi marido.

 

"Lo que estaba reconstruyendo en mi ser, se derrumbó; ei poco valor que yo había adquirido, desapareció. Presa de horror de mi misma, ideé un plan diabólico y le envenené, en la intimidad de la sacristia, cuando tomábamos un vino a solas...

 

Cuando empezô a estertorar, al comprender lo que le sucedia y quiso pedir socorro, le manifesté el odio que me dominaba y lo vi morir, huyendo de aili y continuando así hasta hoy...

 

"No tuve coraje de enfrentarme a mi esposo, nunca tan tierno y dulce como entonces. Le escrebí una carta y volví al lupanar, donde me quedé durante estos últimos tiempos, perdiendo la vida cruel que me dilacera el aima.

 

"Pero esto no es todo: lo veo, padre, como si él estuviera entre las Hamas del infierno y amenazando consumirme...


"Yi qué hago? Me retiré de la vida de equivocaciones; pero no sali de mis desgracias. "

Yo Ia oí con ternura y piedad. Después le dije que Dios tenía los medicamentos propios para tantos dolores y que a ella le tocaba intentar hacer el bien y rescatar, poco a poco, los males que practicó contra si misma y en contra de sus víctimas.

 

Lloró, alucinada, por largo tiempo, ime parecia una criatura tan frágil y pura!

 

Después, más consolada, se fué...

 

Meses más tarde supe que se quitó la vida, en una noche de alucinación, ardiendo en fuego.

 

Sin duda el mal es un adversário de sus víctimas, que termina por destruir a aquellos que le dan guarida en el alma.

 

Solamente Ia vida recta, aun bajo los dolores más fuertes merece Ia concesión de Ia paz y Ia bendición dei amor.

 

Luchar y sufrir por conseguirlo es el desafio para todos los hombres y dos cristianos particularmente.

 

PE. GERMAN

 

Barcelona, Espana, 29/08/80

 


PE. GERMAN
Divaldo Pereira Franco

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